26 Ago 2012
En estos años de tribulaciones se escuchan declaraciones desenvueltas de presidentes de instituciones en las que ante los tribunales se dicen cosas como «yo no tenía otra misión que representar» o, en el colmo del disparate, una profesora de danza se defiende de su pertenencia a consejos de administración prevaricadores con un «yo no entiendo de economía». Declaraciones en las que se escucha el eco del cinismo de aquel dictador que «no se metía en política». También se escucha que la responsabilidad en la tremenda operación de naufragio económico y moral de este país es de todos. Es sabido que ningún delincuente de guante blanco tiene insomnio, ni en su chalet, ni en su celda. Su conciencia le es fiel y no le deja sufrir por la culpa. La culpa es de todos por dejarse robar. También los psicópatas leídos le echan la culpa de sus crímenes a la sociedad. El último caso el del noruego Breivik. Finalmente, en la actual crisis se está extendiendo la especie de que todos somos responsables del descalabro acudiendo a casos de emigrantes o nativos que aceptaron créditos hipotecarios que no podían pagar. ¿Cómo responder a este cinismo? La doctrina de aplicación es la del equilibrio entre poder y responsabilidad. Decir que la responsabilidad es de todos y que hay que leer la letra pequeña y, si no, páguese un asesor, tiene un fondo de verdad, pero es una falsedad si no se añade inmediatamente que tal responsabilidad tiene que ser proporcional al poder del que toma una determinada decisión. Así, en el ámbito laboral, la responsabilidad de un promotor que debe disponer el dinero para las medidas de seguridad o la del constructor que debe materializar tales medidas no puede compararse con la del operario de anclar su arnés. En este orden de cosas, en la actual crisis sólo la mala fe puede inspirar la creencia de que la responsabilidad del Gobernador del Banco de España, la del Presidente del Gobierno, el Vicepresidente económico o los dirigentes de las Cajas y Bancos es la misma que la del citado emigrante o nativo que se deja deslumbrar por el irresponsable apoderado de una entidad bancaria que seguía la pista de su propia comisión. Y esta responsabilidad no es la misma porque el poder no es el mismo. La responsabilidad tiene que ser proporcional al poder. Poder que lleva asociada la información para la toma de decisiones y la capacidad de mover poderosas herramientas represoras de actividades económicas peligrosas para el conjunto del sistema. Sistema que si en la mente de sus promotores está diseñado para el beneficio de unos pocos, su naturaleza lógica profunda lo destina a servir a la mayoría. Es una pena que esta verdad en vez de ser implementada por su propia fuerza de convicción tenga que ser resultado de conmociones sociales. Lo que hace sospechar que el ser humano sólo utiliza su capacidad de previsión para los fenómenos meteorológicos.