16 Sep 2012
El Tocomocho es un timo en el que a un tonto se le dan papeles a cambio de su dinero. Otra vez, pensó Hernández, no hemos dejado engañar. Si los políticos de derechas consiguen votos entre los que tienen poco es acudiendo a las emociones de la religión y sus correlatos, el aborto o el matrimonio y a las emociones de la venganza como la pena de muerte o la guerra. Con este paquete les llega para mayorías absolutas venciendo la reticencias de votar a alguien cuyos ingresos multiplica por 15 los propios y que, sobre todo, gestiona desde la política los intereses de los que ganan 1500 veces más que el votante. Es decir, emociones para neutralizar la razón. En el caso del nacionalismo el uso de las emociones es previo al que se acaba de describir. En este caso se acude a un segundo paquete de emociones para segregar un territorio quedando en condiciones de usar el primer paquete en cuanto se consiga el objetivo de la independencia. Los catalanes lo saben, saben que votando la independencia se van a encontrar, una vez pasada la resaca de la juerga emotiva, con la misma situación de contar, como en España, con una casta en la chepa como hasta ahora. Pero el nacionalista dirá como aquel que ante las abrumadoras pruebas de la existencia de sinvergüenzas entre los políticos del partido que votaba exclamó: «Sí, pero son mis sinvergüenzas». Ahora se dirá «son mi casta en la chepa». Cualquier reproche a un nacionalista es de ida y vuelta, pues también a uno lo pueden tachar de nacionalista, en esta caso, español. Pues conmigo (con Hernández) ha dado en hueso. Mis connacionales son la gente honrada y compasiva hayan nacido donde hayan nacido. Hernández, pensó que era un desgraciado, pues no tenía sinvergüenzas propios (valga el símil con el nacionalismo). En Cádiz se usa con profusión la expresión «hijo de puta» para tratar con un amigo. Ignoro qué se le dirá al enemigo. Pues bien, un hijo de puta de mi región no es mi compatriota, un catalán buena persona sí. También un francés o un alemán. Y en cuanto a ceder soberanía, no parece que nos estén consultando al respecto, en un momento en el que los centros de poder supranacionales o extra políticos no sólo ejercen, sino que se exhiben. Hernández pensó que los nacionalistas podrían decir que ellos no hablan de esto, sino de quitarse de encima la sumisión a un poder extraño. He aquí las emociones; he aquí el tocomocho. Las grandes palabras usadas falazmente. Es algo parecido a cuando se ofende innecesariamente a una religión en nombre de la libertad de expresión o cuando se es un negligente en la docencia en nombre de la libertad de cátedra. En este caso se llama sumisión a una cuestión de tira y afloja económica que, claramente, la crisis ha exacerbado. Un tira y afloja que se ha producido, se produce y se producirá entre poderes siempre. Pero que ahora se utiliza camuflando los papeles blancos fraudulentos de la disputa económica con los billetes relucientes del ejercicio de la más sagrada de las libertades: la política. Hernández se aprestó a contemplar el espectáculo de las entrañas desparramadas a la luz del sol con la esperanza de que ni unos ni otros pierdan el control, sea cual sea el resultado del proceso que parece haberse puesto en marcha.