08 Abr 2012
El título está inspirado en una canción de Palito Ortega. Y este artículo está inspirado por el congreso de Coca-Cola sobre la felicidad. Es curioso que cuando gobernantes y codiciosos aumentan la injusticia social aparecen los profetas de la felicidad individual. Que, además, lo haga una compañía multinacional cuyo objetivo es el consumo es un sarcasmo. No tanto que lo intente, cuanto que se le siga el juego. Cuando hay dinero para expandir deuda, el valor vigente es el consumo, cuando no, la felicidad espiritual, muy espiritual.
La felicidad es un estado de ánimo con sustrato biológico en las endorfinas (una droga natural). Sin ellas todo sería sequedad y desesperanza. Uno se ve invadido por ellas por muchos estímulos. Así, el arte, el amor, la amistad, los logros profesionales o amateurs. Dura poco, porque la realidad es pura combinatoria que trae y lleva situaciones que son vividas con felicidad o amargura. Yo estoy feliz este fin de semana y treinta cuatro familias están sumidas en la amargura (son los accidentes mortales de estos días de Semana Santa).
Declara el director general de Coca-Cola que las personas más felices son dos religiosos (budista y católica). Naturalmente, es la felicidad del abandono de la lucha diaria para ponerse en manos de una deidad y su voluntad. Es la felicidad del sumiso, del entregado a la oración estereotipada y del que abandona la responsabilidad para aplicarse endorfinas por una vía indirecta. Todos tenemos esa tentación, por eso mucha gente quiere ser funcionario o no quiere ascender. Es la materia prima para que los ambiciosos asciendan en combate con otros como ellos. Entiéndase que ambición no es igual a competencia. Por eso, también hay tantos que buscan su felicidad ejerciendo el poder con gran incompetencia, con lo que producen la infelicidad de los demás.
La felicidad es un deseo sobre todo y una esperanza. Lograrla de forma continua la anula por falta de referencias. Desde luego es un logro emocional, pero necesita de ayuda material. Es difícil ser feliz en el Sahel. La felicidad es el final de cada tarea que nos propongamos. Tarea que no siempre es moral. Hay quien experimenta una gran y feroz felicidad cuando elimina a otro, cuando acierta con el misil, cuando gana una votación para ir a la guerra. De modo que le auguro un gran fracaso al congreso de la felicidad. Es una superchería que lamento sea adornada con Punset o Rojas. Ellos sabrán.