La arquitectura estaba en la playa


28 Abr 2012

Hernández había mantenido una interesante, a ratos apasionante, conversación con M. Ambos convinieron en que la Arquitectura estaba en la playa el día y la hora en que llegó el tsunami económico. Un aleteo nervioso de una gaviota, una brisa inesperada, un plano que se vuela, una persiana que vibra. Allí estaba con su aspecto tan poco sublime el tsunami. En vez de una ola inacabable de agua limpia y espuma nívea, por la que hubiera merecido la pena ser engullido, era agua sucia llena de fragmentos, muchos de ellos procedentes de las casas que había diseñado y construido. La mezcla de agua y fragmentos menos densos por arriba y, como molino inmisericorde, de fragmentos más densos por el fondo era un máquina de picar carne palpitante, de separar familias, de matar la dulzura de la vida en medio de la asfixiante plenitud de los pulmones. Y la Arquitectura estaba allí con su delicada estructura económica de grupos pequeños y frágiles pagando su fe en la misión encomendada de embellecer el cobijo de las personas. Estaba desnuda, sin protección de ningún tipo, distraída en la búsqueda de una solución más bella por precisa, cuando fue alcanzada por la ola originada en un submundo de inhumanos que olvidan que su fortuna se origina en el esfuerzo de los demás. Quizá, pensó melancólico, se estaba pagando la aplicación de la magia de la «recóndita armonía» a cobijar la codicia en torres evocadoras de la frialdad de sus moradores. En el mundo hay once millones de millonarios que pueden destruir con su miedo a la muerte a los otros siete mil millones en un acto tan poco compasivo como estúpido, hasta donde el ser humano puede llegar a serlo. La Arquitectura, se dijo Hernández, sobrevivirá porque su vocación es la gente, aquellos que aquel día no fueron avisados del desastre provocado para que no huyeran de la playa y fueran al palacio horizontal o vertical a pedir furiosamente explicaciones. La Arquitectura ha sido dispersada y tendrá que encontrar el modo de reagruparse para crear la masa crítica que haga posible la vuelta a los pueblos blancos. Pueblos cuya belleza se confunda con la naturaleza sin dejar de proclamar que ha sido el ser humano el que ha conseguido el milagro armado con un lápiz de repetición que no parará de disparar formas hasta que la ola se retire avergonzada.

 

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