El gobierno de los jueces


13 May 2012

Hernández estaba leyendo. En el Israel bíblico, en tiempos sin instituciones, mujeres y hombres de gran valía gobernaron a su pueblo. Gedeón, Débora, Samuel fueron personalidades fuertes y capaces que estuvieron a la altura de los tiempos. Hernández dejó el Libro de los Jueces y se preguntó si no habría llegado el momento de que los jueces actuaran, dado que ahora tampoco hay instituciones, pues políticos de voz engolada o silbante con rostros cómicos o graves han hecho dejación de su obligaciones poniendo caras de mártires y han cedido ante bronceados financieros sin nada detrás de sus rostros de ceños fruncidos de tanto pensar confusamente. Los jueces de esta país son capaces de hazañas racionales tales como considerar que noventa puñaladas no es matar con saña; que se puede rehabilitar a un juez delincuente porque «no está prohibido nada más que para el acceso a la carrera»; que es bueno reducir a seis meses el período para que prescriba la investigación a un juez o que cualquier escucha incriminatoria a un juez debe ser prohibida, pero que si lo autoriza un adversario corporativo ante delincuentes corruptores es prevaricación. Si, pensó Hernández, son capaces de tales sutiles razonamientos, seguramente serán capaces de encontrar el modo de poner ante sus responsabilidades por el daño causado a la larga lista de listos que han arruinado a este país avergozándolo ante el mundo. Situación que me ha llevado incluso, se lamentó Hernández, a desear que la final de la Champions no fuera con el Madrid y el Barça para no pasar por un país que pide prestado para ganar a los acreedores en su propio campo (Hernández no duerme desde entonces pensando supersticiosamente que su deseo causó la eliminación de los equipos españoles). Si tenemos jueces tan listos como para ser presididos por un melifluo que reza al sol a costa del erario público para parecer un financiero, ¿por qué no nos sacan de esta vergüenza y esta ruina? Hernández pensó que iba a dejar la answer blowing in the wind, por si acaso era él el siguiente sujeto de tanta inteligencia jurídica.

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