04 Ene 2012
En estos tiempos, cuando uno habla con sus amigos, conocidos y desconocidos rápidamente se toman posiciones polares en torno a las cuestiones más candentes. Los dos argumentos más utilizado en las discusiones actuales son el de «la gente necesita al papá Estado» dicho con retintín y el de que «en estos años hemos vivido por encima de nuestras posibilidades». Para curarse el primero es recomendable la lectura de Isaiah Berlin en los referente a la libertad negativa y positiva. Respecto del segundo hay cosas que aclarar. Para ello proponemos tres tipos de comportamientos a estos efectos y, por tanto, tres tipos de ciudadanos:
1) el que se ha gastado en el peor de los casos lo que ganaba, que no era mucho, como pensionista, funcionarios o mileuristas 2) quién en 2008 ganara prácticamente lo mismo que en 2001 (euro arriba o abajo) y ahora despierta con un crédito que no puede soportar como víctima de una mezcla endógena de hedonismo, codicia o imprudencia y exógena de seducción, propaganda e imprudencia de los canalizadores del ahorro ajeno y 3) el que estaba en la orilla del río de dinero que llegó desde el exterior para financiar cualquier cosa con tal de no parar el flujo.
Si se acepta esta clasificación, se estará de acuerdo que no todos tienen la misma responsabilidad ni todos han vivido por encima de sus posibilidades. Aparentemente son los segundos a los que se aplica el reproche, porque a los primeros no, por reunir falta de dinero y prudencia, y a los terceros porque al ganar mucho dinero podían pagarse los excesos. Pues para sorpresa general se puede afirmar que se da la circunstancia perversa de que, incluso cuando alguien en estos años pagaba al contado, sin endeudarse, «estaba también viviendo por encima de sus posibilidades». Esta paradójica afirmación se funda en que, dado que el país en su conjunto estaba «viviendo por encima de sus posibilidades», incluso el que pagaba al contado y el pobre de solemnidad estaba también endeudándose. El que ganaba mucho porque ese dinero se había pedido prestado para pagárselo y el que ganaba poco porque, en otras circunstancias no habría tenido empleo. Este sorprendente razonamiento permite hacer una análisis crítico de lo que ha sucedido, lo que está sucediendo y lo que va a suceder.
Lo que ha sucedido: nuestros dirigentes han sido responsables ignorantes o cómplices de una operación de aprovechamiento de que hubiera liquidez mundial ociosa para dar un bocado sustantivo poniendo como garantía al país entero. Lo que está sucediendo: que dada la necesidad de equilibrar la situación nuestros ignorantes o cómplices dirigentes han decidido que sólo los ciudadanos del grupo primero y segundo se hagan cargo de la factura. Porque el tercer grupo está formado por los que ya estaban o se ha incorporado ahora a la casta de los «protegibles» de aquellos que amenazan con descapitalizar al país si se les pide un euro.
De modo que, en efecto, «nos han vivido por encima de nuestras posibilidades». Otros que han endeudado al país, otros que «han ganado por encima de sus capacidades» como cualquiera puede comprobar cuando abren la boca. Esos otros, ahora, contemplan como vomitamos los excesos cometidos por ellos. La culpa se la alivian consumiendo productos de lujo (las ventas han aumentado un 25 %), cuya contemplación o disfrute es una justificación en sí misma de cualquier tropelía. Una prueba más de cómo el dinero te convierte en un aristo, alguien especial que lo merece todo, al contrario que los muchos, los pringados que forman ese fondo sobre el que ellos viven sus vidas excelentes respetadas por los políticos y glosadas en las revistas de papel cuché que ya ofrecen hasta los periódicos que se consideran a sí mismo serios.