05 Ene 2012
Hernández recordaba de sus tiempos de director de una organización el impacto que le supuso descubrir, como profano, la diferencia entre presupuesto y balance. Fue una iluminación. Se prometió que si alguna vez llegaba a ser consejero de alguna sociedad (lo que nunca ocurrió) exigiría siempre tener el balance de tal sociedad para que el consejero delegado no se lo llevara al huerto. El Balance es como el currículum vitae de una empresa. Allí está todo. Con el balance, salvo que lo haya auditado el representante de AA en Enron, no te pueden engañar. Sabemos lo que la sociedad tiene y lo que debe. Sabemos a cada edición cómo ha evolucionado para bien o para mal en el último ejercicio. Podemos preguntar con agudeza sobre la valoración de algunos activos si nos suenan altos para los tiempos que corre y se pretende camuflar una situación de pérdidas. Sabemos si la empresa tiene viabilidad y si se puede confiar en ella. Se pueden tomar decisiones. Vaya, un gran invento.
Hernández sabe que todos los años se publica en el BOE el presupuesto nacional una vez aprobado en la Cortes. Pero con esto sabe los propósitos que hay. Pero cuando acaba el año, ¿dónde se publica la liquidación de ese presupuesto? Después el resultado se traslada a un balance que el común no conoce. Estos días, con los intentos de todo español de saber qué demonios nos ha traído a esta situación de zozobra y debilidad antes determinadas fuerzas empeñadas en salvar la patria, es decir su patrimonio, uno echa de menos instrumentos de la claridad de un balance empresarial para saber cómo está siendo gestionado este país nuestro como empresa común. Se echa de menos un cuadro de macroeconomía que no sólo nos cuente lo que ha pasado este año, si no que nos informe de qué activo tenemos, qué grupos lo poseen, cuál es nuestro pasivo, cuánto debemos y a quién; cómo se distribuye los beneficios anuales y, en definitiva, hacia dónde vamos. Aprovechemos en esto al menos el hecho de que este país está educado ya para leer un balance y no ser tratado como un niño impertinente. El viejo sueño ilustrado del conocimiento puede empezar a dar frutos si una ciudadanía informada toma decisiones democráticas en base a información y no con la bazofia verbal de los políticos durante las campañas electorales. Hernández se sentó a esperar este cuadro que se publicaría en todos los periódicos en anuncio pagado por el Ministerio de la Realidad cada mes de enero. Noticia de última hora: encontrado un tal Hernández congelado enfrente de un kiosko. Al ser despertado lo primero que dijo fue: ¡el balance! Pensaron que deliraba.