30 Dic 2011
Esta mañana en la tertulia de Hoy por Hoy una diputada de Murcia a la pregunta ¿En qué ha metido la pata su partido? Respondía “en la falta de credibilidad”. Falacia de “petición de principio” en la que el efecto de un fenómeno era su causa. Es evidente que la falta de credibilidad de un partido es el efecto de una causa que no se quiere mencionar. La metedura de pata se llevó a cabo mucho antes, en 2004, cuando su partido se aprestó a seguir la juerga financiera para pasar por lo que no era.
Este es un ejemplo de lo mal que se debate en nuestro país. Cuestión que es especialmente grave cuando hace falta ideas, que no pueden surgir de un engrudo mental. En general los contertulios se atacan con argumentos parciales. Así, si la situación económica actual podemos analizarla en los siguientes términos: 1) tenemos la obligación, como miembros de la UE, de reducir el déficit del Estado entendido (no es ocioso recordarlo) como diferencia entre ingresos y gastos; 2) tenemos la necesidad de estimular la economía y 3) tenemos que hacer ambas cosas con atención a la cohesión social, en general, se discute sobre ello de forma fragmentada para tener razón a toda costa. En realidad ¿cómo armonizar esta tripleta de objetivos? Primero no troceando la complejidad interesadamente, sino, en todo caso, para entender e inmediatamente ver qué efecto tiene cada movimiento sobre las otras cuestiones. Por ejemplo, la inmoral congelación del Salario Mínimo Interprofesional, que empieza por atacar a los que, desde luego, no se han corrido ninguna juerga financiera estos años, ayuda a reducir los gastos del Estado pero ataca a la cohesión social. Aumentar los impuestos indirectos aumenta los ingresos del Estado, pero reduce la capacidad de consumo o, lo que es lo mismo, reduce las posibilidades de estímulo de la economía. Es decir, las dos formas de reducir el déficit del Estado afectan a las otras dos cuestiones. Sin embargo, nada se habla de estimular la economía forzando el crédito a las empresas por parte de bancos que esconden su dinero en el BCE sin que ni los perjudicados (los empresarios) exploten de ira. Lo que no ocurre porque sólo tienen voz los empresarios que aún resisten. Que, por cierto, cuando pintan bastos piden la “suspensión del capitalismo” desde la mismísima calle Diego de León de Madrid. Tampoco, se hace nada para aumentar los ingresos del Estado y, complementariamente, la cohesión social con las distintas formas de impuestos a grupos de ciudadanos con fortunas tradicionales o generadas en los torbellinos de dinero producidos en los últimos años para ganancia de pescadores. Fortunas refugiadas, en el mejor de los casos, en fórmulas fraudolegales (SICAV).
Muy al contrario, aprovechando el descrédito de todo lo social que propagandistas positivos perpetran desde tribunas y medios de comunicación y propagandistas negativos perpetran desde su torpeza supuestamente de izquierdas, se actúa contra los propósitos enunciados adelgazando el Estado, no para la eficacia de servicios, sino para su eliminación y posterior privatización. Todo ello a la búsqueda de la eficacia de la “mano invisible” que produce el bien buscando el mal. Es decir, se proclama la virtud del ahorro, mientras se hunde la economía (ellos podrán aguantar desde sus cabinas transparentes) y se esconde el verdadero propósito: que es un cambio de modelo de Estado para pasar del Estado Social de Derecho a un Estado para poner Derecha a la Sociedad. Un Estado del ¿Qué os habéis creído? Entre tanto, la diputada murciana de izquierdas sigue despistada confundiendo la luna con el dedo que la señala y afirma que su partido no tiene credibilidad porque la gente no cree en él. Vamos bien.