Filosofía naif. (10) La esperanza


Eppur si muove. Todos los intentos totalitarios (groseros o sutiles) fracasan cuando tratan de dominar de una vez por todas a la humanidad. Antes o después un destello en la conciencia ética y la capacidad de comunicación abre una brecha y por ella escapa el ser humano de la prisión real o virtual que otros como ellos crearon creyendo que podía escapar del destino común que es la muerte mediante la acumulación de riqueza o el ejercicio del poder sin misericordia. La juventud, con su poderoso poder y su promesa de renovación creativa, alimenta nuestra esperanza. La de los que llegan y la de los que nos vamos. Esperanza de alcanzar la verdad en el abrazo cuidadoso a la realidad con unos brazos tan largo que nos incluye a nosotros mismos en él. Los jóvenes deben ser cultos para conocer qué equivocaciones del pasado en la tecnología social resultaron erróneas a pesar de las esperanzas puestas en ellas. Así los experimentos colectivistas o ultra liberales. Como siempre los extremos fijan la posición de la solución mejor ajustada. Esta cultura política debe ser complementada con la capacidad de ver en los demás acontecimientos llenos de emociones valiosas, si uno tiene la paciencia de esperar y esperar a que emerja lo mejor de ellos.

Los jóvenes profesionales debe desplegar en sus vidas todas las formas de verdad para vivir vidas equilibradas y contribuir a crear sociedades basadas tanto en el mérito como en la compasión; tanto en la libertad como en la igualdad; tanto en la transparencia pública como en el misterio privado. Sociedades donde la belleza se despliegue sin caer en el kitsch y la ética sin caer en la ñoñez. Unas sociedades donde el trabajo sea practicado de forma creativa y cuidadosa con los recursos en el marco de una concepción pacífica de la vida. De esta forma podrá disfrutarse de los sentidos, del conocimiento, de la fantasía y de los frutos de la acción éticamente regulada. En definitiva, sociedades donde los recursos sean destinados no al goce grosero de unos pocos, sino al goce culto de todos. A la reproducción gozosa de los sistemas de percepción que la evolución nos ha proporcionado, primero, para la supervivencia y, después, para la comprensión íntegra e integrada de la existencia.

Todo  lo dicho aquí no tiene ningún valor para el joven si no lo hace suyo por convicción, lo que requiere una aproximación cautelosa y crítica. Algunas afirmaciones pueden ser compartidas y otras rechazadas incluida la totalidad de ellas. Cada uno debe construir sus propios significados para que le sean útiles. Lo que, en ningún caso, debe olvidarse es el núcleo de todo lo dicho: tanto si la verdad resplandece en todas sus dimensiones o es ocultada por intereses bastardos; tanto si uno mantiene sus creencias toda la vida o la cambia por estar convencido de que será bueno para él, una verdad permanece inmutable para el ser humano: la dignidad de todos y cada uno de ellos. El olvido de esto en nombre de cualquier creencia puede ser considerado demencia. Pues la realidad tiene un centro de gravedad físico y moral que impide viajes al infinito. Un centro que curva nuestros cambios de estado físico y moral para hacerlos gravitar en torno a la verdad.

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