18 Sep 2011
La clave (1)
Hernández recorrió con agilidad impropia de su edad la distancia que había entre su casa y su banco. Llevaba un periódico bajo el brazo, pues creía que era su deber mantener la prensa escrita como garantía de salud política para su país. Se sentó en el banco, que consideraba suyo y de López, el otro jubilado con quien mantenía diálogos sin fin para entender, a sus edades, el mundo. Porque habían decidido que sus últimos años, antes de que Roche los dejara sin insulina, los pasarían interpretando el extraordinariamente peligroso tiempo que había emergido tan bruscamente como lo hicieron aquellos aviones en una mañana clara o aquellos misiles en una noche oscura. Como López tardaba (esa tarde hernández la pasó llorando en el tanatorio) se puso a recuperar algunas intuiciones que había tenido durante la noche insomne. Llevaba un rato dejándose acariciar por la brisa murciana que había llegado con el otoño cuando le llegó la inspiración. ¡Claro! era eso. Tanto tiempo distraídos mirando al dedo y resulta que era la luna. Espantado por las consecuencias de su deducción se echó hacia atrás dejando que las sensaciones que venían de fuera calmaran las que brotaban de dentro. Se durmió
18 Sep 2011
La clave (2)
Al despertar no vio a López y se extrañó. Sólo había ocurrido una vez en ocho años. Se tranquilizó pensando en la distribución de Poisson. También las probabilidades pequeñas se acaban convirtiendo en un hecho. Seguramente López habría ido con su hija separada a alguno de los trámites judiciales que se repetían por los desacuerdos con su ex marido. Estaba volviendo a su interior cuando lo despistó el tono de un móvil en las inmediaciones. Un joven con la visera de la gorra hacía un lado contestaba ¡Ya te veo! pero no cuelgues que te voy a contar la última de Kevin. Mientras se alejaba trató de centrarse. Llevaba dos años analizando los términos de la crisis económica mundial y nacional y tenía claro que la estafa innovadora que los hombres dorados del saco habían llevado a cabo era el origen y no, precisamente, porque hubiera sido un aleteo de mariposa provocador de una tormenta. En el origen hubo un plan premeditado para hacer pasar por valioso lo pernicioso aprovechando el necesario carácter convencional de las relaciones económicas. Carácter que se complementa con la confianza en la buena fe (parece mentira). La economía tiene reglas y si las cumples en su forma aparente puedes colar lo que quieras. Hernández se acordó de vanidoso Botón con sus tirantes verdes dando consejos a los príncipes de la política mientras le robaba la cartera un tahúr con buen olor. Pero le había atormentado no comprender porqué, a pesar de que el dinero no se destruye, la economía se paraba. Poco a poco entendió que los que tienen dinero o, peor, los que gestionan el dinero ajeno, no actúan por algoritmos (eso sólo vale para enseñar en la universidad o para adornar artículos pseudocientíficos con los que embaucar mejor). No actúan oscilando brúscamente desde la confianza y el miedo. No hay término medio. Por tanto la pérdida de confianza llevó directamente al miedo. Y el miedo había escondido el dinero. Los escondites van desde el paraíso fiscal al oro, pasando por el arte o la deuda soberana. Pero resultó que el miedo era tan grande que ya no se prestó dinero a los estados confiando en su solvencia (millones de personas trabajando detrás). Entonces se quiso controlar la solvencia de los propios estados. Una vez que los estados aceptaron el juego…Hernández gritó de dolor cuando el atleta maduro le pisó el pié. Iba haciendo una especie de Karaoke privado con cara de creer que tenía la voz de Pavaroti que debía ir sonando en sus oídos (Vinceró, vinceró)- También iba equipado desde la gorra a los deportivos con toda clase de tejidos sintéticos de alta tecnología, pero el pisotón fue a la antigua usanza. ¡Maldita sea!, se iba a olvidar de su descubrimiento. El atleta maduro se alejó insensible, sin advertir que había estado a punto de provocar el olvido de la clave por parte del cerebro de aquel jubilado inofensivo…
18 Sep 2011
La clave (3)
… recuperado de su dolor, se relajó pensando en el último y sarcástico comentario de Juan José Millás en el Semanal de El País. ¡Qué gracia! Usar las palabras de Cameron para aplicársela a los trincones financieros. ¡Hernández!, se dijo. Su mujer lo llamaba Hernández, en vez de churri. ¡Espabila, hombre! Que se te va a olvidar. Bueno, a ver, cuando los tenedores del dinero quisieron controlar a sus nuevos deudores, los estados, los hacen de una extraña manera. Para garantizar la recuperación del dinero prestado deciden pedirle a los estados que reduzcan los gastos y eliminen los déficits. Para ayudar les suben los intereses. Una paradoja por descifrar. Creo que es porque, en el fondo, saben que la gente acabará tirando del carro y se les devolverá el dinero, de modo que encuentra natural aprovechar la debilidad inventada para llevarse tajada adicional. Ahora, se rió Hernández, se darán cuenta del error con Grecia, la cuna de Europa. Europa, una doncella raptada por un toro, ¡vaya por Dios! Ahora la culpa va a ser de España. ¡A la cosa, Hernández! Todo esto me llevó a pensar que la clave del problema era el dinero y, en consecuencia, tenía claro, y López también, que no se podía destruir estaba en alguna parte. De modo, que la misión de los que tienen que cuidad de nosotros, los depositarios de la soberanía desde que murieron dioses y licenciados en Harvard, sería evitar que estuviera ocioso (fuera refugios), que pretendiese esclavizar con intereses (limitación de réditos no relacionados con la actividad productiva), que no contribuya al bienestar esencial de todos (lucha contra el fraude). Si los políticos convencidos se atrevieran a usar su poder estaría resuelto el problema. ¡Qué error! Primero, los políticos convencidos han traicionado su juramento informal (¡no os fallaré!) y los no convencidos están a la suya, el halago de la gente que huele bien. De modo que el dinero seguirá comportándose de la misma estúpida manera, produciendo placer local y desgracia global. Segundo, nuestro problema no es el dinero. ¡Cómo pudo estar tan ciego! El dinero solamente es un medio, que los estúpidos han convertido en un fin. Pero no me extraña porque los que creen en la otra vida actúan como si sólo existiera esta. El dinero es un fin, se repitió. La clave está en otra parte…
18 Sep 2011
La clave (4)
… ¡este López! Voy a ir a buscarlo en cuanto lea el periódico. Después iré a hacer bulto en la protesta por el embargo de la casa de María Jesús. Cinco hijos y se creyó la patraña del banco. – Sí, Hernández, por fin voy a tener casa. Ahora no tiene casa, y ha cambiado su modestia anterior por la ruina más absoluta (el Compassion Bank of Murcia le ha advertido que le debe 80.000 euros). Concluyamos, la clave no está en el dinero, el problema es mucho más grave que el que supone el retraimiento de sus poseedores. La clave está en la actividad, es decir, en qué hemos estado empleando nuestras energías físicas e intelectuales. El aprieto del mundo no es falta de confianza (que también), ni falta de sensibilidad medioambiental (que también). El problema fundamental es que hemos dilapidado nuestras energías y, si quieren, nuestro tiempo. Desde hace cincuenta años, con la ayuda de la tecnología y la falta de visión de todo tipo de dirigentes nos hemos dedicado a producir estupideces. Lo que sólo hubiera estado justificado (hasta que el planeta se agotara) si esa actitud no hubiera puesto en peligro a la humanidad. Mucho más peligroso que una bomba atómica (que no debería existir) es el derroche de nuestro tiempo. Una señal era que mientras los poderosos disfrutaban de golosa comida, asombrosos adornos minerales o y voluptuosa tecnología mecánica y electrónica, nosotros hemos financiado el disparate disfrutando con su imitación gregaria comprando a crédito objetos banales imitadores del estatus de las elites negras. Si el problema fuera el límite que imponen los recursos planetarios, el planeta se ocupará de desprenderse de esta chepa que le ha salido en forma de un supuesto homo sapiens. Si el problema fuera moral por la miseria de continentes enteros, sólo tendríamos que endurecernos y pedir telediarios más amables. Pero no, no es fundamentalmente un problema de distribución del dinero, ni un problema moral. Es que hemos consumido medio siglo sin producir para lo esencial: salud (no belleza); vestidos (no pasarelas); comida (no delicatesen); infraestructuras (no estadios); ciudades (no escaparates); conocimiento (no entrenamiento).
18 Sep 2011
La clave (y 5)
La consecuencia es que hemos perdido cincuenta años y ahora podemos tener el dinero pero no podremos recuperar el tiempo sin un enorme sacrificio. Lo que nos falta es tiempo para vestir, alimentar, dar cobijo, cuidar y sobre todo educar a los nuestros. Por eso nuestros ineducados dirigentes han avalado alegremente la juerga mundial y nuestros ineducados jóvenes están completamente distraídos entre botellones estupidizantes o quizá, lúcidos. El Quinceeme ha reunido a 50.000 jóvenes pero hay en las universidades un millón y medio, más seiscientos mil ni-nis. -De modo que, Hernández, esto tiene mal arreglo. ¿Qué se puede esperar? Pues es difícil que con la mentalidad vigente que sólo quiere recuperar la economía alegre haya arreglo. Se necesita una economía esencialista, basada en un cambio brusco de prioridades. La energía consumida en lo superfluo hay que dedicarla a lo esencial para nosotros o para otros. No por razones morales, queda dicho, sino por el colapso que produce que en un momento determinado falte lo esencial por haber gastado el sagrado tiempo en boludeces. Probablemente –me da miedo pensarlo, haya una expropiación de capitales prestados por una quiebra generalizada. Después habrá que ir recuperándose con más cabeza (hasta que se olvide). La energía de la juventud ayudará, pero sobre todo el conocimiento y la tecnología que hará más rápida la recuperación. Pero el resultado tendrá que ser otro muy distinto. Lo siento por los países emergentes que lo hace a una superficie devastada. Hernández se relajó pensando en la cara que pondría López cuando tomaran café esta tarde. Al salir del tanatorio, Hernández fue atropellado por un autobús de la discoteca El Desarreglo de Todos los Sentidos que conducía a unos clientes de vuelta a casa. Su cadáver fue arrollado después por una limusina de una boda y el Lexus de un tenedor de deuda.