21 Ago 2011
Los fundamentalistas del mercado consideran un sacrilegio para su iglesia mercurial poner topes a algo. Inocentes ellos creen en la infinitud. No sabe que este es un mundo donde no se puede viajar en línea recta ni en tierra ni en el aire. En un caso la geometría del planeta y en el otro la gravedad del entorno. Cuando se quiere cerrar algo definitivamente algo se abre por otro extremo de la realidad. Creen bloquear cualquier argumentación en contra cuando espetan «seguro que tú querrías vender tu casa al mejor precio posible». Pues no, no tengo casas para vender, ni acciones para especular, ni nada parecido. Tengo casa para vivir. Recuerdo a un amigo pasajero que cuando habitaba un casa, lo primero que hacía era poner un letrero de «se vende» en la ventana. Él mismo llevaba el «se vende» en la cara. Esto viene a cuento de que el capital no puede cobrar cualquier interés. Cada circunstancia tendrá el suyo. En este momento no más de la inflación reinante en la zona en la que se opera. Una cosa es preservar el valor de los capitales para planes de pensiones y otro es generar beneficios, que normalmente irán a los bolsillo de los gestores que se aplaudirán unos a otros. No mas head hunters para robar mejor, agotar mejor. Esto «acoso financiero» en nombre de «no nada personal» o «tú harías lo mismo». Con el interés por encima de la inflación el tenedor de capital obtiene sin ninguna contribución a la sociedad un beneficio con el que cercena el futuro de países enteros. Cuando el beneficio se busca también irracionalmente en la bolsa sin criterio productivo se financian proyectos absurdos que al modo de la televisión basura seducen a los inversores incultos y codiciosos. El ITER no encuentra asiento en la bolsa tiene que ser financiado por los estados a los que los corsarios asaltan en cada vencimiento de la deuda soberana. Refugio este del corsario cobarde que no sale a la mar abierta de la iniciativa empresarial. Es mejor administrar, peligrosamente para otros, el dinero heredado o que otros inocentemente han puesto en sus manos. Es justo que el hombre tome de nuevo la responsabilidad de su destino evitando el parasitismo que suele cubrir la acción estatal, pero sin perder de vista la mano invisible del mercado para que su fuerza irracional no tenga efectos igualmente irracionales. Cuando el premio Nobel de economía Friedman proclamaba su credo de «libertad para elegir» se estaba refiriendo al mercado primario, el de la producción material. No mencionó el mercado financiero con hacen ahora con desparpajo los ventajistas. El interés puede y debe ser controlado porque las finanzas son un medio para un fin cuya discusión es inadmisible: la dignidad de la vida humana.