25 Jul 2011
Sólo unas palabras para mostrar mi perplejidad con el hecho de que estos valientes terroristas, verdaderos matarifes con las víctimas atadas en su inocencia, odian al musulmán o al cristiano y matan al cristiano o al musulmán. En un caso un norteamericano y un noruego matan a sus compatriotas porque son racistas y odian a los emigrantes y otros, los musulmanes radicales de Al-qaeda matan, mayoritariamente, a buenos musulmanes. ¿Pereza? ¿Entrenamiento en la estupidez? ¿Simples asesinos patológicos acogidos a una ideología que prestigie la acción? Todo menos locos irresponsables. Estos no son locos. ¿Qué cadena de acontecimientos psicológicos concluye en una decisión meditada como la que supone la preparación de estos atentados? Si estos crímenes parecen cometidos por marcianos, recuérdense los crímenes de los intelectualizados asesinos de las Baader Meinhof, Brigadas Rojas, ETA, etc. Crímenes cometidos por gente con la que nos tomaríamos unas cervezas si no supiéramos nada o, incluso, como se ve por el apoyo social, sabiéndolo todo. Culto a la muerte. Lunático culto a la muerte del que no sabe que ni el maestro de ceremonia de su secta, el hemi bigotudo Hitler, pudo conseguir acabar con todas sus víctimas inventariadas en los ominosos registros de la judería centroeuropea. Todo ellos cometen la falacia cognitiva del “último vagón”. En un determinado ejército se incluía en los test de promoción al empleo de cabo la siguiente cuestión: “Si las estadísticas de accidentes de trenes ponen de manifiesto que el último vagón es el que más accidentes tiene, ¿considera como una medida adecuada quitar el último vagón en cada convoy?” Un alto porcentaje de los aspirantes a cabo contestaban que sí. Terroristas despistados, aplíquense el cuento, aunque sea porque somos más