Recientemente he leído un libro sobre la España despoblada (La España vacía) que complementa, mutatis mutandis, el que ahora reseño «Cinco Palmos 1929-2015» que, frente al abandono del campo, habla, en el ejemplo de la huerta de Murcia, de la España desnaturalizada por la ciudad en su crecimiento hacia los vacíos colindantes . Es decir de un vacío rico y productivo a una plenitud difusa, desordenada aparentemente y puesta bajo sospecha, pero que aún puede ser salvada del desgarro.

huerta

Si uno acude en la ciudad de Murcia a los arrabales se encuentra con la huerta, no hay modo de eludir su presencia absoluta aunque cada vez estos arrabales estén más lejos. Una vez allí, si encuentra una acequia y, si sigue su curso, pronto lo perderá bajo una ruda losa de hormigón. La ciudad está cruzada por el agua canalizada para salir por el otro extremo, siempre camino del río si no ha quedado antes agotada. Desde la plataforma que proporcionan unas peñas junto a las antenas de la Cresta del Gallo y al sol de poniente se puede ver el fenómeno de desaparición de un paisaje históricamente hortelano disuelto en una ciudad fragmentada por las formas de propiedad, la debilidad municipal para imponer la disciplina urbanística, además de la tradicional insolencia del particular que desafía cualquier criterio distinto a su pretendido derecho a edificar, haciendo hueco entre limoneros, su sueño de casa barroca.

Este libro recoge el estado de un trabajo de investigación cuyo propósito es estudiar las «Migraciones contemporáneas, fraccionamientos residenciales y espacio público; arquitectura y territorio en el área mediterránea desde el análisis de la Región de Murcia» (los proyectos de investigación tienen los nombres así de largos). Pero la frialdad del trabajo riguroso no oculta en este caso el sufrimiento de los autores por lo que está sucediendo. Conociéndolos estoy seguro del grado de implicación personal en el fenómeno que estudian. Marcos Ros y Fernando García son dos reputados profesores de Urbanística de la Universidad Politécnica de Cartagena que forman a sus alumnos en la más intensa proximidad a los problemas urbanístico de la sociedad moderna.

El libro nos anuncia la caída de cuatro mitos: 1) la ocupación desordenada, pues se han seguido patrones claros y diferenciados; 2) la regulaciones urbanísticas, que no han influído cuantitativamente, pues el fenómeno de invasión edificatoria ha seguido una velocidad a despecho de los ritmos establecidos; 3) el decaimiento del fenómeno por la crisis económica que no ha sido tal, pues dada la fragmentación y las dimensiones de las edificaciones los propietarios no parecen haber necesitado financiación externa y 4) la muerte de la huerta, que aún no se puede declarar, pues más de la mitad aún resiste, bien que tan fragmentada que se impone una intervención ambiciosa que coordine la conexión entre las bolsas de huerta libres aún de la presión urbanística.

La huerta recibió los emigrantes de la España vacía y luego se puso al servicio de las necesidades de la ciudad. Si la ciudad dispersa plantea dificultades, la ciudad concentrada que traiciona su artificialidad y se expande siguiendo criterios que le son ajenos las tendrá y grandes para su desarrollo posterior, aún haciendo costosas operaciones de cirugía urbana.

El estudio se sirve de ortofotos desde 1929, lo que no está nada mal si se tiene en cuenta que el primer vuelo comercial en avión es de 1910. El estudio de los patrones de construcción en la huerta describe con rigor lo que son coloristas experiencias de cualquier murciano que puede comprobar la existencia de «conjuntos lineales siguiendo elementos del territorio como caminos o acequias» o «las agrupaciones dispersas en áreas grandes o puntuales en encrucijadas» dando lugar a las actuales pedanías a las que se puede acudir a tomar «pelotas» como en Patiño. El desarrollo de estos patrones ha dado lugar a morfologías de las zonas construidas de tipo «espina de pez», celdas y retículas hasta configurar los que nuestros ojos pueden contemplar desde la sierra: un desorden aparente con orden secreto que los autores de este libro nos desvelan. Un orden orgánico impuesto al trazado de la ciudad que condicionarán su futuro, no por hacerlo imposible, sino por hacerlo más caro. Espero que este libro sea el primero de la serie que nuestros autores seguramente publicarán propiciado por el desarrollo del proyecto de investigación en marcha.

Cuando se pasea por Murcia se hace sobre la historia de un modo vida basado en la dureza y la paciencia. Se pisa el suelo sagrado del barro y se sobrevuela el curso alimenticio del agua. Si se sabe esto, una mancha de humedad no debe ser vista como una enfermedad, sino como una señal: la huerta aún vive.

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