El camión del atentado de Berlín y Niza, los aviones de Nueva York, pero, también, el cenicero que mató a Marta del Castillo o cada inocente cuchillo utilizado en una muerte doméstica  ponen de manifiesto la ambigüedad en el uso de determinados objetos o artefactos para ser útiles o hacer  daño. Concebidos para servirnos son transformados por los asesinos en armas cotidianas que no es necesario esconder por su pacífica función a priori. ¿Cómo llegó el camión al corazón de Berlín? pues no sería el único. Si era un mercado, habría que proveerlo de mercancías. ¿Cómo llegaron los aviones a las torres gemelas? ¿Quién teme a un avión comercial?  En el Hudson fluvializó uno no hace mucho. ¿Quién sospecha de un cenicero? Sólo porque nos recuerda un hábito en retirada del catálogo de vicios. Por lo que respecta a los cuchillos nos acompañan en casa para rebanar el pan o hacer picadillo vegetal. Objetos familiares y decisivos para el buen comer. Todo ellos se transforman delante de nuestros ojos en armas letales que cortan la piel, queman los miembros, aplastan los cuerpos y nos deja completamente estupefactos. El carácter cotidiano de estos atentados los asimilan a accidentes laborales o domésticos. Máquinas industriales, equipos de transporte, objeto cotidianos que todavía siguen protagonizando terribles accidentes, sin embargo, no se cubren de la negrura con la que los terroristas han cubierto camiones, aviones e incluso cuchillos. Son solamente accidentes. Se lamentan sus consecuencias pero no se acusa a nadie excepto a la propia falta de previsión o imprudencia. Sin embargo, en los atentados no es posible la resignación porque alguien está detrás, alguien a quien le atribuimos nuestros propios sentimientos decide hacer daño, provocar dolor, romper vidas. Y decide hacerlo en nombre de otro dolor de otro agravio producido a su pueblo a su gente. Lo diabólico de su decisión es que, probablemente él o su familia no haya sufrido ningún daño, lo que convierte su acción en abstracta, vacía. Pero, además, ejerce su venganza impostada sobre personas completamente ajenas a las decisiones que potencialmente le hayan producido dolor a él o a los suyos. Dolor sobre dolor, sangre sobre sangre. Cuántos muertos en Berlín estaban satisfechos con la política de Merkel de recibir refugiados; cuántas víctimas de las Torres Gemelas estaban frustrados por la victoria de Bush en las elecciones USA o las políticas de guerra de su país. Muy poco antes, el simpático Clinton había bombardeado una planta química en Libia para despistar de su acoso sexual a la becaria Lewinsky. Los estados también utilizan en sus sótanos elementos cotidianos para la tortura: produciendo sed ahogando con agua del grifo; produciendo  oscuridad electrocutando con cables cuya misión primera de iluminar el mundo.

Nadie puede negar el horror que los estados perpetran a las poblaciones civiles. Desde este blog se ha propugnado irónicamente la vuelta a los campos de batalla, donde los militares profesionales se enfrenten entre ellos para dirimir las diferencias (Campo de batalla). Pero no, para desgracia de la gente corriente se dan dos cobardías letales. La de los combatientes que, en nombre del pueblo, se esconden entre el pueblo y la de los combatientes que en nombre del tirano bombardean al pueblo. Cuando la muerte lo invade todo la conciencia pierde las referencias y buena y mala gente se transforma en terroristas y deciden hacer pagar a más pueblo sus falta de referencias morales, sino su falta de inteligencia a secas. El asesino del embajador ruso era un joven de 22 años. Sabía que su acción le acarrearía la muerte inmediata. Las dudas que se observan en la imagen nunca sabremos si son debidas al riesgo de muerte propia o a dudas sobre la muerte ajena. Es completamente descorazonador pensar que creyera que le esperaba el paraíso en unos minutos.

Europa se prepara para un nuevo período oscuro iluminado por led y pantallas para el entretenimiento opiáceo. Esta es otra forma de matar con armas cotidianas. La inteligencia muere y se disipa entre consolas bélicas y habituación a la violencia, la venganza como sustituto de la justicia o mostrando la fuerza del status para que se renuncie a toda esperanza de cambio. Un período oscuro en el que lo familiar se vuelve letal. De todo lo familiar que puede convertirse en un arma nada más desolador que el propio ser humano. Malditos paraísos que garantizan el premio al asesino, malditos paraísos que permiten estar reconciliados con el rechazo al diferente. Malditos Paraísos.

POSTDATA

El atentado de Berlín se ha producido en la plaza Breitscheidplatz, una plaza en la que la Iglesia Memorial Kaiser Wilhem recuerda la violencia de la Segunda Guerra Mundial. La contienda que nos hizo creer que el mundo había comprendido.

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