28 Feb 2011
Llevo años quejándome de la obsesión grosera de algunos por atribuir a Rodríguez Zapatero todos los males. Pero las últimas decisiones (en dos años) y una última especialmente lacerante y reciente, me llevan a considerar que está actuando de mala fe en esta última etapa de su mandato. De sobra sabe él que fue una mendacidad hacernos creer que no sabía que «algo» grave pasaba en las finanzas mundiales. Su retraso por ignorancia fingida ante todo un país ha contribuido a que el sector de la construcción siguiera produciendo viviendas que ahora se atragantan. Pero no a los que forzaban a los tasadores a que sobrevaloraran las viviendas para aumentar sus bonus obscenos, no, sino a los que descubren que devolviendo a su pesar las viviendas quedan apresados en una kafkiana deuda de un diferencial que ellos no pueden controlar. Hasta ahí el egoismo culpable de la banca (ni una lágrima echaremos por ellos cuando corresponda). Pero qué decir del rápido paso y rechazo por las Cortes de una propuesta de «dación de pago». Pues que unos han estado en su papel perfectamente coherentes y que otros han cruzado el Rubicón de la rendición al sistema más cruel con las familias de los últimos cien años. Deber lo que no se disfruta, como si esas familias hubieran jugado una disparatada partida de póker con cinco fuleros en la mesa y en la madrugada, intoxicados de humo y licor, hubieran puesto sobre la mesa su casa y sus hijos, si cabe. Y este disparate lo avala Rodriguez Zapatero y pretenderá todavía seguir sosteniendo aquello de «no os fallaré» que dijo en la puerta de Ferraz cuando ganó en 2004. Teniendo en cuenta su lapsus con ocasión del turismo en Rusia, ya no sabe uno que pensar sobré a qué se refería. Una pena, un prometedor y joven presidente progresista ha devenido en una caricatura de sí mismo buscando ser fiel a sus ideales en tierra hostil. Debería saber ya que en tierra hostil no hay disimulo: o mueres o te alias con tu enemigo. Él ha elegido vivir. El efecto es una catástrofe moral de la que tardaremos en recuperarnos.