08 Ene 2011
Se está extendiendo la especie de que el año 2011 está ya amortizado, descontado, en unos términos economicistas que empiezan a empachar un poquito. Ya está bien de que consintamos que la economía lo contamine todo. Como mucho, la economía debería pedir perdón por no ser capaz de utilizar sus algoritmos y gráficos en tiempo real para resolver los problemas de la gente. Nunca he visto una ciencia más soberbia con menos eficacia. Aplíquense a encontrar el polinomio que permita que los subasteros se queden sin su botín y que en las casas se oíga el trajín de la vida en vez del silencio de lo muerto en un balance bancario. Vivir es irrepetible y, por tanto, dar un año por vivído por la zozobra económica sólo se justifica para aquellos que su falta de ingresos sea de tal gravedad que crucen el umbral de la indignidad asociada a la probreza. Mientras la sociedad encuentra el modo de ajustar cuentas con los fatuos vividores, oportunistas o simples delincuentes económicos que se han hecho cargo como aprendices de brujos de algo cuya complejidad no comprenden, hay que vivir cada año como lo que es: un regalo de permanencia en el ser que es de desagradecidos rechazar. La vida está llena de matices que ni la abundancia debería ocultar. El año 2011 hay que vivirlo con un ojo puesto en el peligroso hundimiento de la política y otro en el cada día personal, familiar y profesional. Todavía está por llegar la lectura completa de nuestro tiempo. Un tiempo en el que los expresidentes se vuelven consejeros de administración y piden valor añadido, mientras son incapaces de balbucear dos frases seguidas que contribuyan a la interpretación de la vida. No hay esperanza subjetiva porque no hay quien articule el discurso adecuado. No hay esperanza histórica porque no somos conscientes de que la historia no es algo que les pasa a los muertos, sino que se produce cada día con los errores de nuestros dirigentes y con nuestra pasividad. Pasividad alentada, pero pasividad culpable. Obviamente hay esperanza objetiva porque al cansancio o la rendición de nuestra generación se impondrá la pujanza de la juventud. ¡Viva el 2011 y nosotros con él a pesar de la pretensión de la economía de sustituir a la vida!