12 Feb 2011
La física se ocupa de los cuerpos y la física cuántica de las partículas subatómicas. Nada que ver con las personas salvo el que estamos constituidos de ellas. Pero nadie confunde una mesa con sus patas. Esta limitación de la fantástica ciencia física está empezando a desaparecer. Y no porque por un sorprendente avance de esta ciencia haya conseguido explicar desde su sequedad nuestra húmeda complejidad. No, es porque la mezcla letal de la ignorancia y debilidad política junto con la ideología de los economista neo destructores está convirtiendo a las personas en partículas. Para ello están eliminando todo tipo de vínculos entre ellas: familiares, profesionales y personales. El método empleado es, primero, el palo del miedo a quedarse fuera del sistema expendedor de salud, alimento, vestido, cobijo, conocimiento y, segundo, la zanahoria del entretenimiento multicolor de las TIC. Por supuesto que nada que objetar a éstas, pero como toda tecnología es neutral en su nacimiento, pero en las manos adecuada es un disolvente poderoso. En este caso contribuye con la televisión a separarnos en casa y con el móvil pronto a separarnos en la calle. Puede parecer paradójico, pero el móvil y sus sucesores no va a ser utilizado para unir a la gente entre sí, sino para llevar al paroxismo el control de nuestros deseos para orientarlo al consumo. Estos poderosos instrumentos en su uso disolvente nos convierte en partículas no sólo respecto de nuestros coetáneos, sino, también respecto de nuestros antepasados, al rivalizar hasta casi la extinción con la lectura de los textos que nos llegan desde atrás. También, espectralmente, nos separa del futuro al neutralizar nuestra imaginación bloqueándola con imágenes que provienen de una combinatoria monstruosa con todo lo conocido. Aislados por los que hacen un uso perverso de maravillosas tecnologías empezaremos a ser objeto de leyes cuasi-físicas pues reaccionaremos a leyes de probabilidad buscando niveles de menor energía atraídos hacia un núcleo impuesto por los intereses de los aprendices de brujo de nuestro tiempo. Que estúpidos ellos, ni siquiera son malignos con fines escatológicos, sino vulgares seres que aspiran a la seda de sus trajes regalados, a la piel comprada de sus mujeres provisionales y a la suavidad impostada de sus ingenios rodantes o surcadores de mares y cielos (a todos les da por la vela). Mala suerte la nuestra, mucha de la gente más vital es también la más estúpida. Los que se levantan por la mañana queriendo conquistar imperios comerciales, al final reducen sus aspiraciones a caca, culo y pis, como escolares a los que les ha crecido el cuerpo y se les ha quedado pequeña la amígdala de nuestras emociones. Ni siquiera hay una gran conspiración que combatir, como le gusta a Hollywood, con un duelo de campeones final. No, es una nube pequeña pero oscura de hombres corrientes, que como el mago de Hoz aparentan fiereza para asustar a su gente, pero son pequeños y acaban huyendo en cuanto la gente percibe la fuerza que reside en la toma de conciencia de la tomadura de pelo que soportamos cada día. Separados unos de otros por poderosas líneas de fuerza revestidas de los colorines de los LED seremos fácil de controlar. Ha resultado emocionante comprobar la inutilidad de los tanques, excepto para hacerse fotos sobre ellos, ante la gente unida. ¡Que Alá impida que los ladrones de poder, dinero y almas arrebate a los egipcios y tunecinos la libertad recién conquistada!.