04 Oct 2010
Leyendo la noticia el sub-empleo de universitarios y recordando las encuestas de El País sobre los jóvenes (pre)parados y su escandaloso estado de paro, pensaba en lo escasamente competente que es nuestra sociedad para castigar a los responsables y corregir comportamientos en el futuro. Quizá uno de los aspectos que más me ha desconcertado de esta crisis es que aquellos que tenían la información y la obligación no actuaran en consecuencia. Unos por miedo y otros por cinismo han dejado que la sociedad española pensara que estaba progresando por sus propios méritos (España va bien) cuando en gran medida era el esfuerzo de otros el que nos financiaba. Mientras se firmaban sin descanso títulos de deuda que antes o después se vendría a cobrar o se estimulaba irresponsablemente al ¡todo vale! urbanístico, se mantenía una estructura productiva frágil y necesitada de grandes cambios. A lo que se sumaba que los órganos de la administración en vez de financiarse con los impuestos había mordido la manzana prohibida de la deuda a go-go. De este modo, los jóvenes se encuentran con que lo que heredan de sus padres es un país endeudado, que se ha gastado en dúplex, coches y viajes lo que no tenía estimulados por políticos y publicistas, y pensando que el crédito procedía del ahorro del propio país. Con lo que no les permitimos que vivan y creen su propio mundo comprometiéndose con él para progresar hacia las actividades que exigen los retos actuales, tales como la producción basada en el conocimiento orientada a verdaderas necesidades, el respeto medioambiental mediante la contención del consumo frívolo o la resolución de los problemas de redistribución mundial de las poblaciones y su pacífica convivencia. Al contrario, los dejamos sin recursos e incapaces de redimir nuestros pecados sociales, al tiempo que inventamos para ellos nuevas formas de aturdimiento. Y parafraseando a Machado, al fondo, los ecos de los que no distinguen las voces: políticos asustados, desconcertados o con bajo nivel de vergüenza por lo que se escucha. No hay más mensaje que desear que se busquen sus propios líderes, desarrollen sus propias ideas y hagan cuanta presión cívica y civilizada puedan para corregir cuanto antes este disparate de los adultos.