03 Abr 2010
El mundo moderno camina hacia una decadencia lenta y reversible porque de forma premeditada o espontánea está organizada en base a decisiones colectivas de todo tipo de órganos colegiados en los que se impone una voluntad individual. De forma que la voluntad de uno o unos pocos queda legitimada por el asentimiento de unos muchos cuyo interés en que se tomen buenas decisiones no supera el umbral que le obligara al compromiso. Así, claustros de colegios, plenos de ayuntamientos, juntas de gobierno de partidos políticos o corporaciones, consejos universitarios, consejos de gobierno, consejos de administración, G-8, G-20 o los siete sabios de Grecia, no funcionan como verdaderos limitadores o moduladores de las ideas propuestas, sino como amplificadores de la voluntad originaria que se materializa en acciones y consumo de recursos hasta el fracaso más o menos diferido del proyecto colectivo. Fracaso que contrastará con el beneficios de los portadores de la voluntad manipuladora. O cambia esto, o pasaremos un calvario duradero.