12 Jul 2009

Puesto que no ha habido motines en las calles, se nos ha pasado el susto y, finalmente, la crisis va a resultarnos beneficiosa. Hemos puesto a salvo el dinero ganado con la hipervaloración de la nada y ahora hemos convencido a los estados de que fabriquen más dinero para cubrir el agujero. Ya sólo falta que se desaten todos los nudos laborales y la operación habrá resultado perfecta. Por fin todas las ciudades tendrán una plaza que llamaremos de La Solidaridad donde iréis a pedir trabajo cada mañana, tengáis título universitario o no. Qué más da si, a la postre, sólo tendréis que apretar botones de las benditas máquinas electrónicas. Sólo nos queda un cabo suelto: el futuro de los jóvenes actuales que antes o después se darán cuenta de que nos hemos gastado su dinero, sus recursos y su inteligencia en mercancías absurdas para coleccionistas, en barcos inútiles para el transporte y en deportistas canallas mientras os entreteníamos con concursos para la fama y juguetes con leds de colores como a los primeros indígenas (los segundos indígenas habéis resultado los jóvenes de ahora). Lo peligroso es que nosotros no tenemos hijos (son un estorbo para cambiar de mujer cada diez años). En fín no podemos hacer por vosotros lo que vosotros mismos no sepáis hacer. Este mensaje, en realidad, es una traición a los míos, pero yo ya estoy viejo y ni un maremoto (por cierto cuantos terreno libre de nuevo tras el paso de la ola) va a impedir que muera entre suaves eructos de placer gracias a carísimos opiáceos. Os espero en el infierno, porque lo que realmente no existe es el cielo, ¡estúpido!