06 Ene 2009
El señor Glucksmann firma como filósofo y reprocha que se emplee la palabra «proporcionalidad» en el caso de la agresión de Israel en Gaza. Dedica todo un artículo de distribución internacional a una metafísica disquisición sobre la palabra, pero, en realidad, lo que quiere es curarse él mismo de buenismo, ese insoportable estado de conciencia al que se enfrenta el ser humano en el postcristianismo. Creíamos estar lejos del salvajismo, que era cosa del pasado. Pero, cuando nos damos de bruces con la violencia despiadada practicada «por los nuestros», estrangulamos lo que de ángel haya en nosotros para dejar que actúe la bestia (el ángel de Pascal es el fanático religioso no el ciudadano sensible y lúcido). El señor Glucksmann se libra de la nausea de forma civilizada: con las palabras, argumentando, ¿filosofando?. Su artículo es lamentable, al final sólo queda el eco de su lucha por rechazar la matanza de inocentes yendo más allá de la piedad: hacia la nada. Señor Glucksmann, ¿ha olvidado ya a Chechenia?, nadie se engaña sobre la estupidez criminal de Hamás, pero usted sí se engaña sobre la brutalidad israelí.