09 Ago 2008
Bueno, ya sabemos dónde está el listón: en el cielo del paseo de Li Ning. El entusiasmo de una televisión española no logró enmascarar la verdad: la ceremonia de Barcelona se mostraba a nuestras retinas, después de la exhibición china, más cerca de las celebraciones sindicales que del espectáculo apabullante en el estadio de Pekín. Pero se equivocan los londinenses (Londres es la próxima sede olímpica) si consideran que esto es insuperable, porque eso ya lo pensaron los griegos que vieron la primera en el año 776 antes de Cristo. Hitler en 1936, y mientras le llegaba el trago de Owens, también pensó que el estadio que le había construído Werner March y el público entusiasmado de nazis proporcionaban un espectáculo imposible de superar y envidia del mundo. Ese mundo que pensaba empezar a conquistar tres años después (en la foto Hitler llega al estadio el 1 de agosto). Por cierto, igual que ahora en Georgia sale de nuevo a pasear la bestia mientras nuestra globo ocular refleja miles de colores, nosotros llevábamos ya 15 días dándonos tiros en la nuca cuando Adolf bajaba la escaleras. Así pues, queridos londinenses, no sufran, la capacidad de la tecnología para provocar pasmo es infinita. No olviden que la realidad virtual (y no quiero dar ideas) está ahí esperando para convertir al siguiente estadio en una fiesta en la que el pebetero podrá encenderlo el mismísimo Eduardo VIII (record mundial en crímenes reales por amor) mientras los espectadores experimentan sensaciones que dejen la sicodelia en entretenimiento de novicias. En cuanto al estadio (teatro) olímpico ya no será un nido, pero la ingeniería actual hará posible cualquier sueño de los políticos para inspiración de los arquitectos llamados a la gloria simbólica. Propongo un toro (que, como todo el mundo sabe no es una mamífero con cuernos) con sus isostáticas con los colores de la Union Jack. Sarcasmos aparte, la cuestión no es esa. A estas alturas parece mentira que, una vez más, olvidemos lo esencial. Creo no ser un cascarrabias, pero siendo la ceremonia de ayer extraordinaria también fue, sobre todo un ejemplo de la concepción maquinal y marginal del hombre, posible, precisamente, en un país en el que hasta su presidente no sería reconocido por las calles (de mi pueblo) porque las probabilidades asignadas a cada individuo están cercanas a cero. Por eso, toda la inteligencia está aplicada al control antiguo, al basado en el miedo. Curiosa situación la de un país que viene del movimiento inmisericorde de masas y está creando las bases para la multiplicación de las individualidades. Esperemo que la pujanza de un sistema económico con esa potencia rompa la cáscara rígida del sistema híbrido actual. Pero más allá del éxito esperado de China en su democratización es desolador que vayamos hacia un mundo en el que la profética expresión de Mc Luham sobre medios y mensajes esté llegando a esta reunión de jóvenes hasta el punto de que la ceremonia inaugural se convierta en la expresión del éxito del acontecimiento y de un país entero. Por ahí vamos a ver muchos disparates. Al tiempo (quien lo tenga)