30 Jun 2008
Estaba hablando con Paco cuando la conversación propició la idea paradójica de que cuanto más dominio adquirimos sobre los mecanismos de control más inseguridad personal se genera. Es decir, hasta ahora, se consideraba que, a pesar de la vacilante marcha de las mejoras sociales e institucionales, la capacidad de inventar mecanismos convencionales del hombre nos alejaba de la incertidumbre que la naturaleza supuso para los primeros habitantes de la Tierra. De esto modo, lo artificial era la seguridad y la naturaleza lo temible por su comportamiento aleatorio e irracional. Sin embargo, cuanto más avanza el liberalismo sin matices (si se admiten matices, podemos hablar) más segura se vuelve la naturaleza de puro ser domesticada con cemento y asfalto y más inseguro resulta el ámbito social en el que la mayoría debe ganarse la vida. Y ello porque la minoría necesaria para emprender nuevas cosas cada vez cobra una mayor comisión por su tarea y, en su afán, de ganar infinito para la tontería lujosa, más nos mete a todos en un enredo del que nos costará salir. Un buen ejemplo es la crisis actual con tanto valor de futuro lastrando el presente y tanta imaginación para contaminar el flujo de finanzas con ideas cuyo único resultado es más clientes para Armani y menos para los supermercados.