14 Jun 2008
Cuando un monte está cubierto por vegetación está protegido. Por el contrario, cuando está desnudo la erosión lo iguala con el valle. La sociedad y, sobre todo, sus componentes, está protegida por la acción de numerosas instituciones de carácter secundario que llegan a donde no lo hace el Estado y no se rigen por criterios de beneficio. Son las ONG, las iglesias, los colegios profesionales, los clubes deportivos… Desde que los años setenta se decidió en algún lugar acabar con el manto vegetal de la sociedad occidental la demolición ha ido avanzando y, ahora, empieza a ser percibida. La razón de esta imprudente estrategia era que se consideraba que todo el dinero debía estar disponible para la empresas. Todo el dinero, el propio y el ajeno. ¿Cómo lograrlo?. Pues, de una parte, bajando intereses para que nadie quisiera tener el dinero en el banco y, de otra, liberando todo el dinero retenido en las asociaciones intermedias mediante su eliminación progresiva. Y en eso están, unos y otros, porque al final las decisiones políticas las toma el ministerio de economía y, este ministerio es siempre el mismo, gobierne quien gobierne. De hecho el cambio de ministro es para disimular y allí todo el mundo lee a Friedman. De este modo, se aspira a que el dinero pase de la empresa a la empresa, con la única intermediación de los bancos para la correspondiente redistribución. Así no quedará retenido ni un euro que pueda ser gestionado con criterios no mercantiles. ¿Y los jueces?, bueno esta institución va a ser el único garante, antes de ser neutralizada, de que las inevitables injusticas sociales que este descabellado sistema de desguarnecimiento de las laderas sociales producirá, no lo sean como resultado del robo descarado por parte de los impacientes. Es decir, aquellos advenedizos que quieran entrar jóvenes en el recinto para privilegiados donde puedan disfrutar de su excelencia. Recinto que, obviamente, tendrá que proteger un ejército privado proporcionado por una sociedad anónima ya que el Estado será la última institución mediadora entre recursos y propósitos que será eliminada, cuando haya realizado su último servicio. Un disparate que cualquier biólogo rechazaría para proteger al monte y a los propios cauces receptores que no saben que recibirán el agua, pero también el fango.