El mono de Alonso


08 Jun 2008

Como todo el mundo puede comprobar los monos de los pilotos de fórmula 1, incluido el de nuestro compatriota Fernando Alonso, es un panel agobiante de publicidad. Este modo de optimizar la superficie del cuerpo del deportista me inspira la siguiente absurda reflexión: de una parte, el sistema económico nos invita a todos a convertirnos en empresarios autónomos o jugadores de bolsa y, de otra parte, el tiempo y el espacio que podemos emplear en publicidad es limitado. Como la condición de «todos empresarios» convierte en prácticamente ilimitada la necesidad de llamar la atención de los potenciales clientes, habrá que ir pensando en ocupar espacios hasta ahora reservados a un uso privado. Al final de este comentario propondré un lugar donde colocar publicidad cuando se agoten las 24 horas de radio y televisión y el espacio publicitarios de carteles, fachadas de edificios y calzadas de carreteras y ciudades. Antes llamaré la atención sobre el hecho de que hace ya algunos años que se ha difuminado la frontera entre radio o televisión propiamente dicha y espacios publicitarios. Desde desenfadadas conversaciones entre el locutor y la representante de la empresa anunciante acerca de las últimas novedades para hombres hasta acelerar la velocidad del parlante o simultanear las retransmisiones deportivas con anuncios escritos o hablados. También, comprobamos que en las entrevistas en televisión cada vez se ve menos al entrevistado que queda tapado por botellas de agua y, últimamente, por una pantalla que muestra distintos cortos publicitarios. Esta rotura del sello sagrado que hacía inviolable la puerta que separa «la realidad» de la publicidad, hará que en el futuro TODO sea publicidad, todo tenga sesgo. Pero, como decía, hago una propuesta anticipatoria: que todos nosotros llevemos en nuestra ropa publicidad (como el mono de Alonso). Al principio, para ir ganando adeptos, se dará un incentivo económico a los pioneros. Después, cuando todos hayamos picado, se retira el incentivo y se le baja el sueldo al que se quite su mono.

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