08 Sep 2007
Uly Martín se ha lucido. La foto de Botín y Rodríguez Zapatero es perfecta. Probablemente responda a algún tópico entre los fotógrafos. Sobre todo desde que se cuenta con la posibilidad de captar secuencias de instantáneas de los movimientos. Pero esta foto, tópica o no, es, como digo, perfecta, simétrica, reveladora. El resultado es un ser nuevo, mucho mejor que, por ejemplo, un ex presidente europeo que, reuniendo en su persona política y poder económico, sólo tiene (que se sepa) una cabeza. Y ya se sabe que en una cabeza solitaria la conciencia se perdona a sí misma sin que nos enteremos los demás, tanto aquello que activa como aquello que padece. Por eso, sea cual sea la trastada que se haya llevado a cabo, los protagonistas de una sola cabeza declaran tener la conciencia tranquila, lo que suelen ilustrar con la imagen de un sueño plácido. Sin embargo, este ser tiene dos cabezas, lo que probablemente impida las soluciones rápidas. Una de ellas parece, por la foto, que está llena de números, frialdad y resolución y, la otra, llena de deseos, prisas y esperanza. Una sonríe de modo forzado (quizá el cuerpo le ha transmitido solo a ella el terrible esfuerzo de mover el sillón). La otra cabeza también sonríe de un modo estudiadamente sereno. ¿Tendrán en estos seres bicefálicos que mostrar el mismo estado de ánimo en cada situación? Más allá, cabe preguntarse si este ser ha salido de las manos de un aprendiz de brujo o es resultado de un premeditado experimento a la búsqueda del acuerdo perfecto entre deseos y posibilidades. La solución que satisface el deseo de la derecha de conseguir el prestigio de la izquierda transformadora y el deseo de la izquierda de conseguir la solvencia administradora de la derecha prudente. Pero eso es secundario ante la pregunta (que debe hacerse la ciencia) de cómo se las arregla este extraño ser para conciliar los asuntos importantes y conflictivos. Piénsese que no se trata de conflictos resueltos en la intimidad de cráneo, sino de dos cabezas con sus dos hemisferios cada una y sus respectivos dolores cuando una se oponga, cabezonamente, a la otra. Por tanto, el conflicto necesita un lugar de encuentro que no sé en que parte del cuerpo monstruoso se produce. La geometría de la foto señala un punto de convergencia de los ejes de sus dos cabezas, pero es extraño porque la convergencia se produce en el corazón. Buena metáfora para el lugar en el que el cálculo económico y el político tengan que dirimir sus conflictos. Quizá así haya alguna esperanza para nosotros.