02 Ago 2007
Ya cuando las desafortunadas caricaturas sobre Mahoma se batió el cobre sobre la libertad de expresión y los periódicos jugaron a mostrar de forma directa o indirecta la necesidad de alinearse con los trasgresores aunque repugnen. Ahora con el dibujo de la portada del pasado Jueves con los príncipes sorprendidos se han necesitado varios días para drenar el desconcierto de unos y la frescura de otros. Mal la portada y mal el secuestro de la revista. Pero, en mi opinión, la cuestión de fondo es para qué se concibió la libertad de expresión y cuáles son sus límites. La primera parte de la pregunta creo debe responderse con un «para la libertad», pero no para decir lo primero que uno se le pasa por la neurona, aún bajo especie jocandi, sino para protegernos de los sátrapas de hierro o de celofán; para, en definitiva protestar contra la injusticia en cualquiera de sus formas, incluso cuando se corre peligro. Por eso es lamentable ver como esa herramienta fundamental de liberación es arrastrada por los suelos para defender (por si acaso) cualquier estupidez en forma de broma. Cierto que la sátira es saludable, pero no debe confudirse con la befa. Pero aprovechando la discusión se ha navegado por el Pisuerga monárquico mostrando una escena de cópula real cuyo significado político me gustaría conocer. Tiene mucha más gracia, una vez producida el indeseable secuestro de la revista, la revisión un año después.

Al respecto recuerdo una anécdota ocurrida en Cartagena con Tuñón de Lara, que interrogado por mí sobre el príncipe y sus posibilidades de reinar, me respondió que «ese es un problema de tu generación y no de la mía, que ha tenido suerte con Juan Carlos», mientras miraba con sus peculiares ojos azules. Poco después murió. Le llamó problema, que como es sabido es un caso con varias soluciones y no siempre satisfactorias. Dentro de unos años, sin pretextos jupiterianos, tendremos que afrontar el asunto con gran sentido de la responsabilidad. Entre tanto, ¿que tal si usamos la libertad de expresión para mejores causas?