Yo creo que echar un vistazo a la propia vida a los 66 años es prudente. No es tarea fácil, pues no todo lo que se ha hecho ha sido acertado. No estoy seguro si a un criminal de guerra o un asesino en serie le apetece analizar sus hechos y motivaciones. Los que afrontan una autobiografía lo hacen porque piensan de salida que el balance es positivo. Se tiene un sentimiento general de que se han hecho las cosas bien o, en todo caso, se ha mantenido el control de los propios demonios con suficiente energía y eficacia. Que se han abierto suficientes válvulas de seguridad para superar el que Freud llamó «malestar de la cultura».